El Gran Santo Domingo adolece
de problemas serios de tráfico, refiriéndonos estrictamente al aspecto
vehicular. La raíz de este mal, muy propio de las ciudades desarrolladas, que
trastorna severamente la vida de los ciudadanos de las grandes metrópolis del
mundo, es profunda, multifactorial y compleja.
Corriendo riesgo de parecer “simplistas” al momento de analizar y tratar de explicar las causas de un problema que sindicamos como serio y complejo, que se agrava con el paso del tiempo y que no han podido mitigar ni los pasos a desnivel, ni los túneles que se han construido en las últimas dos décadas; sostenemos la tesis de que la génesis de este terrible dolor de cabeza comienza con la superpoblación vehicular, en primera instancia, la cual pareciera incrementarse exponencialmente con el paso de los años y de manera irreversible.
Pero claro, es entendible que pase esto en un país en el que el Estado no ha podido dar una respuesta contundente al tema del transporte público a través de políticas y estrategias adecuadas y, por ende, cada ciudadano se ve en la necesidad de agenciarse soluciones individuales ante problemas de índole colectivo, no sólo con respecto al transporte, también para la mayoría de los servicios que utiliza (agua, luz, seguridad, etc.). Por eso, la compra de un carro viene a constituirse en tema de primer orden en la agenda de cada ciudadano que pretenda satisfacer sus necesidades de transportación de la forma más digna posible y eso no se puede regatear.
Si bien el problema comienza con lo expresado anteriormente, se agrava notablemente con la inadecuada estrategia de planeamiento urbano de mediano y de largo plazo por parte de los cabildos y gobiernos de turno; con el lastre de los horarios coincidentes de las industrias de los diferentes sectores económicos de la vida nacional, es decir, todo el mundo saliendo a la misma hora para los trabajos, los colegios, los gimnasios, los hospitales, los bancos, etc.
El asunto termina de complicarse, finalmente, con las "malas artes" de los conductores que pululan como bestias por las calles del Gran Santo Domingo, exhibiendo muy frecuentemente un manejo violento al más alto nivel, temerario, imprudente, inescrupuloso, retador y amenazante. Porque, hay que decirlo, en este país se maneja “malo” y no hay respeto por ninguna norma ni persona.
Como si todo lo expresado en párrafos anteriores no fuera ya suficiente, hay otra situación que contribuye a empeorar el problema del transporte, y esta se manifiesta de forma casi imperceptible, silente, aunque ante las narices de todos: el sentido común de las personas y/o de las empresas en el uso de los espacios de sus propiedades que dan acceso hacia y desde las vías públicas. El uso sin mucha o ninguna conciencia de esos espacios, como puertas de acceso, rampas, parqueos, aceras y otras infraestructuras, pueden hacer la diferencia en materia de flujo vial, acelerando o retardando el desplazamiento, según se utilicen de manera más o menos correcta.
En ese sentido, nos resulta imperante hacer referencia a nuestra querida Alma Mater, la Universidad Autónoma de Santo Domingo, la cual por alguna razón que no entendemos, y que juzgamos como un desacierto y acción de muy poco sentido común, ha decidido desde hace por lo menos dos semestres cerrar la entrada a la academia por la puerta Este, esa que da acceso a la UASD por la calle Paulo III.
Con esta iniciativa, la academia "mata" todas las ventajas que se obtienen al utilizar el denominado "Túnel de la UASD" cuando se transita en dirección Norte-Sur, hacia esta alta casa de estudios.
Y es que para los profesores y estudiantes que se trasladan desde la margen Norte y Oeste del Gran Santo Domingo, por las avenidas John F. Kennedy y otras importantes vías aledañas, resulta engorroso el tener que hacer malabares para poder acceder al túnel y luego de haber salvado todos los obstáculos habidos y por haber, encontrarse con que la universidad mantiene esa puerta cerrada, obligando a quienes han atravesado el subterráneo a continuar, a seguir derecho, hacia la Ave. Correa y Cidrón, en donde le esperará sin duda un tapón infernal.
En vista de esa situación, mucha gente que se ha dado cuenta de la mala decisión de la UASD y prefiere tomar vías alternas, aunque de mayor flujo vehicular, para meterse en los tapones (y empeorar la situación de por sí ya caótica), cuando debería ser posible (y de hecho, lo es) llegar a la UASD de manera más rápida, cómoda y económica utilizando el túnel. Esta imposibilidad de acceso, es decir, mantener una puerta cerada de forma innecesaria y sin explicación, genera problemas y malestar en términos de llegadas tarde de los alumnos, de los profesores, se pierden horas de docencia, se genera un mayor consumo de combustible y una larga lista de incomodidades y disgustos, en sentido general.
Hacemos el llamado vehemente y ponemos en auto a las autoridades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, nuestra academia, para que corrija esa situación a la brevedad posible. Con un problema de flujo vehicular que compromete a toda la zona universitaria, la UASD debe mantener abiertas todas sus vías de acceso, en la medida de lo posible, porque los usuarios de la misma acceden desde los cuatro puntos cardinales.
Corriendo riesgo de parecer “simplistas” al momento de analizar y tratar de explicar las causas de un problema que sindicamos como serio y complejo, que se agrava con el paso del tiempo y que no han podido mitigar ni los pasos a desnivel, ni los túneles que se han construido en las últimas dos décadas; sostenemos la tesis de que la génesis de este terrible dolor de cabeza comienza con la superpoblación vehicular, en primera instancia, la cual pareciera incrementarse exponencialmente con el paso de los años y de manera irreversible.
Pero claro, es entendible que pase esto en un país en el que el Estado no ha podido dar una respuesta contundente al tema del transporte público a través de políticas y estrategias adecuadas y, por ende, cada ciudadano se ve en la necesidad de agenciarse soluciones individuales ante problemas de índole colectivo, no sólo con respecto al transporte, también para la mayoría de los servicios que utiliza (agua, luz, seguridad, etc.). Por eso, la compra de un carro viene a constituirse en tema de primer orden en la agenda de cada ciudadano que pretenda satisfacer sus necesidades de transportación de la forma más digna posible y eso no se puede regatear.
Si bien el problema comienza con lo expresado anteriormente, se agrava notablemente con la inadecuada estrategia de planeamiento urbano de mediano y de largo plazo por parte de los cabildos y gobiernos de turno; con el lastre de los horarios coincidentes de las industrias de los diferentes sectores económicos de la vida nacional, es decir, todo el mundo saliendo a la misma hora para los trabajos, los colegios, los gimnasios, los hospitales, los bancos, etc.
El asunto termina de complicarse, finalmente, con las "malas artes" de los conductores que pululan como bestias por las calles del Gran Santo Domingo, exhibiendo muy frecuentemente un manejo violento al más alto nivel, temerario, imprudente, inescrupuloso, retador y amenazante. Porque, hay que decirlo, en este país se maneja “malo” y no hay respeto por ninguna norma ni persona.
Como si todo lo expresado en párrafos anteriores no fuera ya suficiente, hay otra situación que contribuye a empeorar el problema del transporte, y esta se manifiesta de forma casi imperceptible, silente, aunque ante las narices de todos: el sentido común de las personas y/o de las empresas en el uso de los espacios de sus propiedades que dan acceso hacia y desde las vías públicas. El uso sin mucha o ninguna conciencia de esos espacios, como puertas de acceso, rampas, parqueos, aceras y otras infraestructuras, pueden hacer la diferencia en materia de flujo vial, acelerando o retardando el desplazamiento, según se utilicen de manera más o menos correcta.
En ese sentido, nos resulta imperante hacer referencia a nuestra querida Alma Mater, la Universidad Autónoma de Santo Domingo, la cual por alguna razón que no entendemos, y que juzgamos como un desacierto y acción de muy poco sentido común, ha decidido desde hace por lo menos dos semestres cerrar la entrada a la academia por la puerta Este, esa que da acceso a la UASD por la calle Paulo III.
Con esta iniciativa, la academia "mata" todas las ventajas que se obtienen al utilizar el denominado "Túnel de la UASD" cuando se transita en dirección Norte-Sur, hacia esta alta casa de estudios.
Y es que para los profesores y estudiantes que se trasladan desde la margen Norte y Oeste del Gran Santo Domingo, por las avenidas John F. Kennedy y otras importantes vías aledañas, resulta engorroso el tener que hacer malabares para poder acceder al túnel y luego de haber salvado todos los obstáculos habidos y por haber, encontrarse con que la universidad mantiene esa puerta cerrada, obligando a quienes han atravesado el subterráneo a continuar, a seguir derecho, hacia la Ave. Correa y Cidrón, en donde le esperará sin duda un tapón infernal.
En vista de esa situación, mucha gente que se ha dado cuenta de la mala decisión de la UASD y prefiere tomar vías alternas, aunque de mayor flujo vehicular, para meterse en los tapones (y empeorar la situación de por sí ya caótica), cuando debería ser posible (y de hecho, lo es) llegar a la UASD de manera más rápida, cómoda y económica utilizando el túnel. Esta imposibilidad de acceso, es decir, mantener una puerta cerada de forma innecesaria y sin explicación, genera problemas y malestar en términos de llegadas tarde de los alumnos, de los profesores, se pierden horas de docencia, se genera un mayor consumo de combustible y una larga lista de incomodidades y disgustos, en sentido general.
Hacemos el llamado vehemente y ponemos en auto a las autoridades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, nuestra academia, para que corrija esa situación a la brevedad posible. Con un problema de flujo vehicular que compromete a toda la zona universitaria, la UASD debe mantener abiertas todas sus vías de acceso, en la medida de lo posible, porque los usuarios de la misma acceden desde los cuatro puntos cardinales.
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