Los estudios que se han realizado para determinar por qué hay ejecutivos
de este nivel que se han “catapultado” hacia la fama por un dominio total ante
las situaciones de dificultada que se les presentan durante el ejercicio de sus
funciones gerenciales; mientras que otros que al momento de ser seleccionados
para la función otorgada, han demostrado ser los individuos ideales para ocupar
la posición, terminan siendo separados de la misma por tener poco dominio en el
manejo de las dificultados propias de los entornos organizacionales.
Daniel Goleman en su “best seller” Inteligencia Emocional, realiza
planteamientos sobre el porqué de las diferencias entre un trabajador de
excelentes comportamiento, y otro de muy bajo rendimiento en el desempeño de
sus funciones.
En su análisis, el señor Goleman afirma que la diferencia está en un
conjunto de habilidades, denominadas “Inteligencia Emocional”. Entre estas
habilidades, Goleman menciona el auto-control, el entusiasmo, la empatía, la
perseverancia, la capacidad de motivación personal.
Ciertamente que nos encontramos a diario con gerentes incapaces de
controlar sus impulsos ante la presentación de determinados conflictos
organizacionales, lo que ha dado pie a la interpretación de que muchas veces
los ejecutivos son seleccionados mediante “metodologías” que muestran su capacidad
intelectual y gran experiencia en su desempeño profesional, pero son despedidos
por la falta de inteligencia emocional.
Si como establece Goleman, la inteligencia emocional es un complemento
de una serie de cualidades que definen la personalidad del ser humano, es obvio
que la no posesión de las mismas contrapone la integración “socio-organizacional”,
como elemento básico de gerencia y, en consecuencia, disminuye la posibilidad
de una integración en la búsqueda de los objetivos de la organización.
James Hunter en su obra “La Paradoja”, establece la diferencia entre el
ejecutivo que actúa con autoridad y otro que basa sus acciones en el poder de la
posición que ocupa. Hunter realiza un paralelismo entre diferentes tipos de
dirigentes, estableciendo que no importa el entorno en que se realicen las
funciones gerenciales, sino el criterio de dirección del ejecutivo.
En efecto, el análisis de Hunter, es coincidente con el realizado por
Goleman, en el sentido de que un líder que actúa con sentido de autoridad, se
ve precisado a utilizar la inteligencia emocional, tiene necesariamente que
tener autocontrol de sus acciones, debe ser entusiasta, tener empatía ante los
demás miembros del grupo, ser perseverante y tener la capacidad para motivar a
cada uno de los integrantes del entorno.
Una afirmación de Goleman de que los seres humanos venimos equipados con
programas de reacción automática o una serie de predisposiciones biológicas a
la acción, que irán moldeando con los años ese equipaje genético para definir
nuestras respuestas y manifestaciones ante los estímulos emocionales que
encontramos, podría ser cierta.
Sin embargo, tenemos la convicción de que la extraordinaria voluntad del
ser humano para realizarse y realizar cambios, le permite educar el carácter y
lograr que una actitud reactiva se convierta en proactiva, convirtiendo su
proceder de reacciones adversas en un administrador de su inteligencia y lograr
contribuir al crecimiento organizacional mediante el cambio y permanecer a través
del tiempo en la posición para la que fue seleccionado; manejando los
inconvenientes con un criterio de solución.
“Si abordas una situación como asunto de vida o muerte, morirás muchas
veces” (Adam Smith).
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Photo credits (incrusted) Tatiana Shepeleva, 500px
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